ESTA SOY YO

¡Hola! Soy Ana

(o Anita, como prefieras).

Yo nunca quise tener hijas -ni hijos.
Sí, exacto. Soy fotógrafa de familias y bebés y mamá de dos, pero durante muchos años tuve clarísimo que no quería descendencia. Nunca.

Hace unos cuantos años… vivía la vida, viajaba durante meses, iba teniendo parejas interesantes (una después de la otra), mi piso estaba en pleno centro de la ciudad – ¡donde encontrabas todo el meollo, a cualquier hora! -, me desplazaba a todas partes en bicicleta y tenía un iPod.
Había encontrado un trabajo en el que era feliz (la recepción de una gran compañía multinacional), hacía deporte, tenía buenas amigas y algún buen amigo.

Di con una pareja que tenía clarísimo desde el día uno que quería tener hijas/os, pero no insistía. “Cuando sea muy urgente para mí ser papá, lo volvemos a hablar”, me decía.

 

Y entonces llegó ella.
Mi primera sobrina.
Y mi mundo se volvió del revés.

En ese instante comprendí cuánto amor puede despertar un bebé en brazos. ¡Pero si solo sostenerla me emocionaba hasta las lágrimas! ¿Cómo podía ser? ¡Era tan peque…! ¡Ni siquiera sabía en aquel momento si ella me quería a mí!

También entendí cuán importante es la familia, y el legado. En esa bebé pequeñita había una parte de mi hermana y de su pareja, y de mis padres, y una parte también de mí. Yo era su tía y tenía un nuevo cometido en mi vida: ser la mejor tía de la historia. Aportarle y acompañarla.

La foto de ese primer contacto ha estado muchos años presidiendo mi comedor.
Ha visto nacer y crecer a mis propios peques, me ha visto estudiar para obtener el título de asesora de lactancia y luego estrenar mi primera cámara réflex, y la segunda, y la tercera. Ha sido testigo de todos los cursos y formaciones sobre fotografía que me han llevado donde estoy ahora.

Y me sigue acompañando para recordarme cuál fue el principio de todo.

Mi objetivo ahora es que nunca falten en la vida de otras familias esas imágenes, recordatorios y testigos eternos, presidiendo sus comedores. Imágenes a las que poder regresar para revivir momentos que se fueron para siempre, pero que, definitivamente, han marcado en nuestras vidas un antes y un después.

  • Tengo muy mala memoria en general, lo cual es, en ocasiones, bastante incómodo.
  • Cocino psé.
  • No hay quien me aguante después de las ocho de la tarde. Me convierto en un ente insoportable.
  • Me llaman Rottenmeyer porque mi cabeza funciona de forma cuadriculada y rígida para según qué.
  • Conduzco pasable, pero aparco fatal.

Algunos detalles (curiosos) sobre mí.

 

    • Hablo cinco idiomas, contando los dos maternos: català, castellano, Français, English, Deutsch y un poquito de italiano.
    • Es más que probable que edite tus fotos escuchando al mismo tiempo el podcast de «Nadie sabe Nada», un programa de humor e improvisación que se emite los sábados en la cadena Ser (y con el que me río muchísimo).
    • Cuando un libro me aburre, lo dejo. Soy incapaz de seguir leyendo “por acabarlo”. Lo mismo con las películas o series que comienzo y luego no me gustan.
    • Siempre tengo que tener un buen alijo de chocolate en casa.
    • Soy un despiste. Las personas que me conocen saben que soy perfectamente capaz de olvidarme de felicitar a mi mejor amiga en el día de su cumpleaños, o de confundir la fecha de la boda de otra preciada amiga, presentarme por los pelos a la ceremonia y perderme la mitad de los festejos. 100% real.
    • Tengo que ir borrando del apartado de Netflix “Seguir viendo” todo lo que no me gusta. Me molesta que se dejen miles de series y películas empezadas, y que estén constantemente a la vista.
    • No me gusta dormir con las puertas de los armarios del dormitorio abiertas. Puede ser (o no) que todo comenzara después de ver “Monstruos, S.A.”